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Se cambió en algún pleno posterior el IBI?

Sáb Sep 01, 2012 3:03 pm por ILUSA

¿Sabéis si se cambió en algún pleno posterior ésto?
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En el artículo se dice que la "contribución" bajará del 0.85 al 0.56 pero creo que no está siendo así. Viene al 0.85 más el porcentaje aprobado por el gobierno central.

Construcción de nuevas plazas hoteleras en el camping La Bota

Jue Jun 24, 2010 6:25 am por William Martin


Extraido del último pleno


Del PGOU de la localidad costera se extrae “la apuesta por el turismo”, según el alcalde. En un primer paso, hay reservado 50.000 metros cuadrados de techo para instalaciones hoteleras de lujo y gran lujo. Estos nuevos hoteles estarían situados en la zona de la Peguera (actual SAPU-5) y en la parcela que actualmente ocupa el Camping La Bota, cuya propiedad es …


¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Camale10

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    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo !

    William Martin
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    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Empty ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo !

    Mensaje  William Martin Lun Mar 02, 2009 11:52 am

    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Ataud


    Determinar si los muertos estaban en realidad muertos era una desconcertante e inexacta ciencia antes del advenimiento de la medicina moderna. Pero el temor no era totalmente irracional. A lo largo de la Historia ha habido numerosos casos de personas enterradas vivas accidentalmente y curiosas leyendas hablaban de ataúdes abiertos donde se encontraba un cadáver con una larga barba, o con las palmas de las manos levantadas hacia arriba, o destrozadas por el esfuerzo de haber intentado escapar…
    También la literatura encontró terreno fértil en el miedo a ser enterrado vivo; los relatos de terror de Edgar Allan Poe “El entierro prematuro” (1844), “La caída de la Casa de Usher” y “El barril de amontillado” son buenos ejemplos de ello.

    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Poe


    Algunas personas tuvieron tanto miedo a despertar dentro de un ataúd que dejaron instrucciones expresas de que su corazón debía ser apuñalado o su garganta cortada antes de ser enterradas.

    Así las cosas, y fruto de ese miedo, o “taphophobia” (del griego taphos, que significa “tumba” y que se traduciría como “miedo a las tumbas”), fueron distintas las técnicas utilizadas para establecer el carácter definitivo de los presuntos finados.

    Se dice que Paracelso (1493-1541), alquimista y quizá el médico más grande de su tiempo, consiguió la reanimación de un cadáver mediante fuelles, un truco que probablemente fue recogido de escritos médicos árabes.

    Durante los siglos XVII y XVIII se les administraban enemas de humo de tabaco o se les pellizcaban los pezones con alicates.

    Otro sistema consistía en tirar vigorosamente de la lengua del presunto cadáver, llegando a utilizar para ello una máquina-pinza que, durante al menos tres horas, y de manera continua, la sometía a fuertes tirones.

    También en el siglo XVIII, el anatomista danés Jacob Winslow (1669-1760) ideó un método basado en hacer cosquillas en la nariz con una pluma, azotar la piel con ortigas o clavar agujas bajo las uñas de los pies. Todo valía para garantizar el no ser enterrado vivo.

    Aunque, supuestamente, algunas víctimas fueron devueltas a la vida durante estas torturas, la comunidad científica consideró que la única verdadera señal de la muerte era la putrefacción.

    Así, se aconsejaba que toda persona que se presumiera muerta debía ser colocada en un lugar cálido en busca de signos de descomposición antes de su entierro. Fueron las llamadas “morgues de espera“.

    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Ataud2


    En el siglo XIX, el desarrollo tecnológico en esta búsqueda para evitar un entierro prematuro se concretó en el “ataúd de seguridad”, una invención que permitiría a los erróneamente enterrados comunicarse con el mundo por encima de ellos. La mayoría de los modelos incluían un tubo de aire y un dispositivo que permitía avisar a la superficie de la vuelta a la vida del enterrado, soplando un cuerno, o izando una bandera. Existía un modelo que incluía un martillo mecánico de latón para golpear la tapa de ataúd.

    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Bandera


    Otros diseños incluían escaleras, escotillas de escape e incluso tubos para el trasvase de alimentos. Otro permitiría que el individuo enterrado prematuramente lanzara un petardo por el tubo de aire del ataúd. Algunos incluso también llegaron a estar equipados con una pala.

    Una leyenda urbana dice que el refrán “Salvados por la campana” se deriva del hecho de que en alguno de estos “ataúdes de seguridad” se ponía una cadena que estaba atada a una campana en el exterior, que alertaría que la persona recientemente enterrada aún no habría fallecido.

    ¡ No me entierren todavía… Que estoy vivo ! Campana



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